Un comienzo de historia.

No lo sé. Ayer me acorde de un cajón, sobre el que no había pensado por lo menos hacía 10 años.

Lo llamaba el cajón de las fotos, o debería llamarlo quizá el cajón desastre… por lo que representaba en si. Siempre tengo uno igual viva donde viva, es una tradición que sale sola por las prisas y el apelotonar cualquier trasto a la vista en él, con la esperanza de un día coger toda orgullosa y organizarlo.

Como iba diciendo, este cajón tenía fotografías antiguas, de mis abuelos, de mi madre de joven, de cuando era pequeña, y unas gafas de sol, que no recuerdo muy bien si eran de mi abuela. Lo que si recuerdo de esas gafas es que tenían una graduación seguramente bastante alta porque mareaban y veía el suelo como los estadios de Oliver y Benji…salían cuestas de él, que sinceramente, impresionaban bastante. Entonces bailaba un poco, me mareaba y después cuando mi madre me reñía para que no me cayese al suelo con el mareo, me sentaba a ver las fotografías. Me gustaban las gafas, hacía que viese las cosas de otra forma. Esto era un ritual que ocurría cada sábado, así que me dio la impresión que me dio cuando lo recordé de forma tan súbita hace dos días.

Luego vino el encontrar la cámara de mi madre. Entonces la cogía y me ponía a hacer fotos de mamá durmiendo, mamá cocinando, mis peluches, mi perro (el cual se ponía en las fotos y nos dejaba atónitos -esto es completamente real-), yo en el espejo..

Supongo que son cosas que a unos les llama la atención y a otros no. Por ejemplo mi primo, que tiene mi misma edad, cada vez que me veía disfrutando de mi cajón me miraba raro y me decía “¿es que no te aburres de ver fotos viejas con esas gafas viejas?”

Imagino que ahí empezó mi relación con la fotografía. Yo no decidí hacerme fotógrafa, hacía fotos y escribía cosas sobre como me sentía. Supongo que al final me sentí con ganas de saber como interpretar mas cosas, y más, y más y así acabé. El día que me quede sin cosas que decir, será porque ya no me quede nada en el mundo. Entonces dejaré por escrito que me incineren con la cámara por si me pilla alguna foto que no hice en el otro lado.