Marcelo estaba apoyado en la barandilla del balcón; mirando hacia la calle. En ese instante Pancho (un precioso labrador negro) se puso a su lado, subió las patas a la barandilla, y se puso a contemplar la calle, tal y como lo hacía su dueño.
No sabría decir por qué, pero verlos de espalda , uno en una actitud muy normal como la de apoyarse a mirar por el balcón y el otro en una actitud muy humana como para ser un perro, me conmovió. Para cuando volví de mi habitación corriendo con la cámara, había perdido el instante decisivo.

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